Everest

cola en el everest

En 1953 Edmund Hillary y Tenzing Norgay, un alpinista de Nueva Zelanda y su sherpa nepalí, alcanzaron por primera vez la cumbre del Everest. Nueve expediciones habían intentado antes sin éxito llegar al punto más alto de la tierra y varios de sus integrantes murieron en el empeño. La hazaña era una gesta heroica, entre otras razones porque a esa altura de casi nueve kilómetros la presión atmosférica es muy tenue y la falta de oxígeno debilita implacablemente a quien la sufre.

Desde entonces muchas expediciones han vuelto a intentar el ascenso. Al principio la mayoría fracasaba, y en algunos casos se dejaba la vida en el intento. Pero la tecnología, en forma de botellas de oxígeno, nuevos tejidos aislantes y equipos deportivos avanzados fue facilitando gradualmente las cosas y aumentando las probabilidades de éxito hasta que, en los últimos años, el impulso de los intereses comerciales ha terminado convirtiendo lo que antes fue un empeño heroico en una aventura al alcance de cualquiera.

Una aventura al alcance de tu bolsillo

selfi en el everest

No importa mucho si nunca antes has escalado una montaña. Por una cifra de entre 30.000 y 100.000 euros puedes contratar una empresa especializada que se ocupará de transportarte hasta la cima del mundo a todo confort. Envuelto en trajes, guantes y botas de alta tecnología, y provisto de avanzados equipos de oxígeno, podrás realizar el recorrido desde el campamento base hasta la cima por una ruta perfectamente señalizada en la que los sherpas han instalado cuerdas y escaleras a lo largo de todo el recorrido. Dependiendo del nivel del paquete que hayas comprado, de 2 a 7 sherpas te acompañarán durante todo el trayecto hasta alcanzar la cima, donde podrás hacerte un selfi posando como un explorador aguerrido.

Un atasco en la cumbre

Hace unas semanas esta situación llegó a su límite. Cientos de personas se acumularon en la ruta sur, en Nepal, formando un atasco enorme con un desenlace trágico. Muchos no estaban en forma para aguantar una larga espera a esa altura, a pesar de los equipos de oxígeno, que tampoco estaban pensados para funcionar durante muchas horas seguidas. Algunos entraron en pánico. La inexperiencia de otros complicó el atasco. Murieron 11 personas, ninguna de ellas a causa de un accidente. Entre los fallecidos, un abogado de Colorado de 62 años y un vendedor de software de Utah de 57.   

Vivimos en un tiempo en el que acumular experiencias exóticas es para muchos un símbolo de status. Da lo mismo si es un selfi en la cumbre del Everest o un mojito en la Bodeguita del Medio, una sesión de meditación en el templo del sol del Machu Picchu o una inmersión entre tiburones en las aguas de Hawái. Muy pronto, las excursiones orbitales en cohetes espaciales formarán también parte de la oferta turística.

Viajar fue ayer una aventura de descubrimiento personal. Hoy es un grotesco fenómeno de masas. Ante semejante situación, últimamente me resulta más reconfortante quedarme en casa.

La foto grande es de @nimsdai Project Possible

Las reglas de la inconsciencia

Juan Repullés

Juan es mi amigo desde la adolescencia y mi socio desde hace treinta años. Somos muy distintos, y quizá eso explica que en todo este tiempo nunca hayamos tenido un desencuentro definitivo. Los años le han ido convirtiendo en un viejo arrogante, de esos que siempre quieren tener razón y refuerzan sus argumentos hablando muy alto y dando golpes en la mesa. Últimamente me enfado a menudo con él, pero le sigo queriendo igual que al principio, cuando empezamos juntos a descubrir la vida.

Juan acaba de publicar su primer libro de poemas, Las reglas de la inconsciencia. La obra me ha pillado casi de sorpresa, porque hace solo unos meses que supe de su proyecto. Aunque no soy lector habitual de poesía he disfrutado leyendo sus poemas. En esos versos he encontrado a un Juan introspectivo a quien, después de tantos años, aún no conocía. Un Juan inédito, reflexivo y a veces melancólico, que observa la juventud con ojos maduros y se observa a sí mismo como si observara a otro. Muchos de sus poemas me han emocionado.  

Te recomiendo que leas su libro. Su primer poema, Et in Arcadia ego, termina así:

Cuando empezábamos a vivir
Nadie nos dijo que la vida era esto.
Creedme:
deja algo más la vida
que las cicatrices de algún mal encuentro.
Queda el dolor que nunca podremos borrar
con los nombres de los que ya se fueron.
También queda el calor
de los besos de amor que nos dieron.
Alguna noche de gloria con vosotros,
mis mejores amigos.
Queda Baroja,
canciones en discos de vinilo,
París, Berlín, Amsterdam y siempre Londres.
Las puertas de bares
que nos permitían vislumbrar
ese mundo en el que quisimos vivir
para siempre.

Alguna vez, aún ahora,
si cerramos con fuerza los ojos
volvemos por un instante
a ser los que éramos
hace más de treinta años,
la camisa abierta,
los ojos abiertos,
la boca abierta,
las palabras mágicas
a punto de salir de nuestros labios.
Y sí, recordamos aquel juramento.
Brindamos, una vez, y otra más,
y otra más aún,
y volvemos a jurarnos
que solo queremos ser felices,
felices para siempre.

Las reglas de la inconsciencia. Ediciones Vitrubio, 2019.

Pastiche

Javiersempere-style_transfer

Elmyr de Hory fue un pintor húngaro que tenía una extraordinaria habilidad para imitar el estilo de la pintura de grandes artistas como Picasso, Matisse o Renoir. Se ganó la vida como falsificador, creando obras “originales” de esos artistas. No copiaba, sino que pintaba nuevos temas con un estilo que incluso los galeristas más expertos atribuían a los autores originales.

Ahora la inteligencia artificial me permite emular a Elmyr de Hory. En el mundo del arte, cuando un artista imita un estilo que no es el suyo el resultado se llama pastiche. En el mundo de la tecnología, el nombre es neural style transfer. Se trata de enseñar a una red neuronal a distinguir entre el contenido de una imagen y su estilo. Luego, el artilugio puede aplicar ese estilo a cualquier otra imagen, creando una obra “original” en el estilo que ha aprendido.  

Últimamente he estado jugando con esta tecnología. Aún no es perfecta, pero los resultados son a veces sorprendentes. Una de las cosas que más me intrigan de las técnicas de deep learning es que no hay forma de saber lo que piensa la máquina, qué criterios sigue para hacer lo que ha aprendido a hacer. La única forma de intentar entender lo que hace es observarla y experimentar.

El resultado es a veces sorprendente

En ese proceso surgen a veces imágenes poderosas, hermosas o inquietantes. Invitan a pensar en los atributos del arte, la percepción de la belleza y las cualidades que hacen que una obra sea auténtica u original. Y también en este tiempo extraño que se acerca, donde la frontera entre lo humano y lo sintético se desdibuja.

En la imagen, un autorretrato de juventud pintado por una red neuronal en un estilo neocubista.

(Si tienes una foto con la que te apetezca jugar, mándamela y se la enseño a mi red neuronal para que haga un pastiche con el estilo de tu artista favorito)