En defensa de Ángela

Angela Merkel

Ante la situación desastrosa que estamos viviendo, la mayoría de las opiniones reclama a Alemania que relaje sus exigencias y permita al BCE financiar, de una u otra forma, nuestra deuda. Alemania, por el momento, se niega a hacerlo, y el resultado es una prima de riesgo desbocada que, con toda probabilidad, nos llevará a la necesidad de un rescate con la consiguiente intervención de nuestra economía por los temidos “hombres de negro”.

¿Por qué se niega Ángela Merkel a suavizar su postura? ¿Es su actitud fruto de la torpeza, de la ignorancia, o tal vez de un mezquino cálculo electoral? ¿Nos llevará con su cerrazón al precipicio de la desintegración del euro?

Tal vez me equivoque, pero confío en Alemania. Pienso, como parece pensar Ángela, que la solución a un exceso de deuda difícilmente se producirá si nos limitamos a aumentar, sin condiciones, esa misma deuda. Hace falta poner el país en orden, y no lo vamos a hacer si no nos obligan a ello.

Desde el punto de vista de Ángela somos un país irresponsable. Hemos permitido que gestores de tercera, apoyados por políticos de tercera, lleven a la ruina a la mitad de nuestro sistema bancario. Y lo hemos ocultado durante años, afirmando primero que era la mejor banca del mundo, y luego que estaba perfectamente sana. En marzo, el primer banco público anunciaba cientos de millones de beneficios, para pasar en pocas semanas a declarar miles de millones de pérdidas. ¿Quién puede confiar en un país así?

Desde el punto de vista de Ángela, es impensable abrir la mano con un país que mantiene a  cuatro millones de personas en empleos públicos, el doble que Francia, y cuya productividad está muy por debajo de la media de la Unión Europea. Un país en el que las comunidades autónomas gastan de forma irresponsable en aeropuertos sin aviones, proyectos faraónicos, trenes y autopistas a ninguna parte, edificios vacíos, y una miríada de empresas y fundaciones públicas sin utilidad conocida.

Mentimos reiteradamente en las cifras de déficit, tanto del Estado como de las regiones. Hacemos marrullerías con los presupuestos. Pagamos sueldos millonarios a consejeros semianalfabetos. Toleramos niveles de corrupción que nos acercan al tercer mundo. Ni un solo cargo político es destituido por ello. Ningún político importante ha sido aún juzgado y condenado por corrupción.

Desde el punto de vista de Ángela, para merecer su ayuda hemos de cambiar todo esto. Será doloroso, está siendo muy doloroso. Mucha gente pagará por culpas que no le corresponden. Toda Europa corre un riesgo cierto de que la situación se descarrile. Pero Ángela ya ha demostrado que es capaz de suavizar sus exigencias en los momentos críticos.

La postura de Ángela, en su esencia, parte de una decisión moral. Recompensar un comportamiento irresponsable no puede ser la solución a ningún problema. No puedo evitar identificarme con esa opinión. Espero que dentro de unos años, cuando dejemos atrás el dolor y el miedo, España será un país más sano. Confío en Ángela. Ojalá no me equivoque.

Noche triste de invierno


Definitivamente
parece confirmarse que este invierno
que viene, será duro.
Adelantaron
las lluvias, y el Gobierno,
reunido en consejo de ministros,
no se sabe si estudia a estas horas
el subsidio de paro
o el derecho al despido,
o si sencillamente, aislado en un océano,
se limita a esperar que la tormenta pase
y llegue el día, el día en que, por fin,
las cosas dejen de venir mal dadas.
En la noche de octubre,
mientras leo entre líneas el periódico,
me he parado a escuchar el latido
del silencio en mi cuarto, las conversaciones
de los vecinos acostándose,
todos esos rumores
que recobran de pronto una vida
y un significado propio, misterioso.
Y he pensado en los miles de seres humanos,
hombres y mujeres que en este mismo instante,
con el primer escalofrío,
han vuelto a preguntarse por sus preocupaciones,
por su fatiga anticipada,
por su ansiedad para este invierno,
mientras que afuera llueve.
Por todo el litoral de Cataluña llueve
con verdadera crueldad, con humo y nubes bajas,
ennegreciendo muros,
goteando fábricas, filtrándose
en los talleres mal iluminados.
Y el agua arrastra hacia la mar semillas
incipientes, mezcladas en el barro,
árboles, zapatos cojos, utensilios
abandonados y revuelto todo
con las primeras letras protestadas.
Noche triste de octubre, 1959 – Jaime Gil de Biedma