Cuando las élites no se quieren enterar

farage

Por fin ganó el Brexit. Una enormidad inesperada, que puede ser el presagio de un cambio más drástico, no sólo en el Reino Unido.

El pacto social que surgió en occidente después de la segunda guerra mundial se está rompiendo. Fue un pacto no escrito, que todos entendieron y aceptaron; la sociedad del bienestar. Las élites renuncian a una parte de sus privilegios, y a cambio la población renuncia a la revolución. El acuerdo funcionó porque la amenaza del comunismo, encarnado en la Unión Soviética, estaba bien a la vista.

Cuando la Unión Soviética se derrumbó, víctima de su propia incompetencia, las cosas cambiaron. Las élites empezaron a perder el miedo. Los privilegiados aumentaron sus privilegios y comenzaron a olvidar sus compromisos con el resto de la población. La economía se liberalizó y se globalizó. Durante unos años, el crecimiento económico permitió que el cambio pasara más o menos desapercibido.

El poder financiero se volvió cada vez más temerario. Su codicia le hizo asumir riesgos enormes, camuflados de formas cada vez más ingeniosas. Pirámides sofisticadas que se vinieron abajo en 2008. Las enormes pérdidas de esta hecatombe se nacionalizaron, dando lugar a un aumento enorme de la deuda pública. Los responsables del desaguisado no se dieron por aludidos. La desigualdad siguió aumentando.

Las revoluciones suceden cuando la gente se cansa de la indiferencia de los poderosos. La revolución francesa fue consecuencia del hartazgo de las clases populares y burguesas con una nobleza que las ignoraba y las sometía a condiciones de vida miserables. La revolución soviética no habría triunfado si la nobleza zarista no hubiera despreciado a su pueblo, aislada en una ensoñación feudal y afrancesada.

El régimen de las democracias occidentales está en crisis. Las élites se siguen enriqueciendo con impunidad, y cada vez más gente siente que su futuro se le escapa de las manos. Muchos están dispuestos a romper la baraja. Los populismos recogen ese cabreo, y lo alimentan con actitudes desafiantes y promesas imposibles. Portentos que están a la vista para quien quiera verlos. Estados Unidos elige a Trump como candidato republicano. Pablo Iglesias resulta creíble para una buena parte de la población española. Líderes como Marine Le Pen, Geert Wilders o Beppe Grillo se apuntan al bando oportunista de los tiempos revueltos.

No es una cuestión de lógica y sentido común. Tiene que ver con las expectativas, las percepciones y los sentimientos. Necesitamos un nuevo pacto social. Un nuevo “new deal” que la mayoría vea justo. Cuando tanta gente lo está pasando mal, no es justo que cada año aumente el número de millonarios. La desigualdad extrema alimenta el extremismo. Es fácil de entender. Tenemos que hacérselo entender a quienes no quieren enterarse.

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