Lotería

Javier Sempere. Lotería

Asumir un riesgo es hacer una apuesta. Si lo malo no sucede, has ganado. En caso contrario, has perdido. El cálculo de las probabilidades y los costes o beneficios de los distintos resultados posibles es el territorio de los actuarios de seguros, analistas financieros y asesores de estrategias políticas y económicas. La mayoría de las veces, este análisis racional es la mejor forma de decidir si merece la pena hacer o no la apuesta. 

Una de las características de las sociedades desarrolladas es que reducen las situaciones de riesgo para sus ciudadanos. Esto es, en gran medida, una buena cosa. Reducir la probabilidad de que te atropelle un camión, te atraque un bandido o te mate un virus contribuye sin duda a una vida más tranquila y relajada.

En algunas ocasiones, sin embargo, nuestro instinto se rebela contra esta reducción inexorable del riesgo. Son situaciones en las que la relación entre el riesgo y la recompensa es extremadamente asimétrica. El riesgo es conocido y limitado, pero la recompensa es potencialmente enorme.  

A veces compro un boleto de la lotería primitiva. Si me toca el bote ganaré 15 millones. En caso contrario habré perdido un euro. Soy consciente de que la estadística juega en mi contra. Hay sólo una probabilidad infinitesimal de resultar afortunado. Cualquier análisis racional me dirá que la compra del boleto ha sido una mala decisión.

Pero en este caso eso no es lo que importa. Desde que compro el boleto hasta que compruebo el resultado del sorteo soy potencialmente millonario. Es una situación semejante a la del gato de Schrödinger. Mientras no abra la caja, soy simultáneamente el mismo Javier de siempre y un Javier extraordinariamente rico. A veces tardo un par de semanas en comprobar el boleto, porque los caprichos de la mecánica cuántica me dicen que el sorteo no es el factor decisivo, sino mi observación de su resultado.

Para valorar de forma fidedigna la relación riesgo/recompensa de esta apuesta habría que incluir en la ecuación, junto al beneficio esperado del resultado, el valor del placer que proporciona la posibilidad de ganar la apuesta.

No es un cálculo fácil, porque vivimos en una sociedad acostumbrada a medir sólo lo material. El placer, el dolor, la ilusión, la tristeza o la esperanza tienen valores difusos. Son lo que nos mueve en la vida, pero las estadísticas no suelen tenerlos en cuenta. Por eso, en muchas situaciones de relación asimétrica entre riesgo y recompensa, las personas apostamos tantas veces de forma poco racional. Y por eso son tan populares las loterías, las burbujas financieras, los casinos y las criptomonedas.

Deep Fakes

Deep Fake - Javier Sempere

Entre los muchos miedos que despiertan las nuevas herramientas de inteligencia artificial está la posibilidad de generar fotos falsas que parecen verdaderas.

Hace unos días se anunció la imputación de Donald Trump por el sórdido pago, presuntamente ilegal, a una actriz porno llamada Stormy Daniels. Aparentemente, Trump utilizó el dinero de su campaña electoral para comprar su silencio sobre una relación en la que más vale no indagar mucho.

Esa misma tarde, tras leer la noticia, se me ocurrió pedirle a Midjourney que me creara una foto del momento de la detención del expresidente americano. Midjourney es uno de los modelos generativos actualmente disponibles, de forma casi gratuita, para el público en general. Tú le explicas lo que quieres ver y en menos de un minuto te ofrece, de una forma que parece mágica, cuatro versiones diferentes de la foto que le has pedido.

La primera de las cuatro fotos que me ofreció Midjourney es la que encabeza este texto. A primera vista la foto parece genuina. Luego, si te fijas un poco, hay algunos detalles que no están del todo conseguidos. Los rótulos de los uniformes de los policías son un batiburrillo sin sentido, y la mano derecha de Trump no resulta demasiado verosímil.   

Con el estado actual de la tecnología, los deep fakes ya son, a veces, casi indistinguibles de las fotografías auténticas. En pocos meses, con seguridad, será imposible detectar las diferencias.

Sin duda, la inteligencia artificial ofrece muchas posibilidades a los delincuentes y otros individuos malintencionados. Los que saben de esto están muy preocupados por las implicaciones éticas de estas tecnologías. En mi opinión, el problema no es muy distinto al que, en su día, produjo la aparición de cualquier otro avance técnico o científico.

La creación del papel moneda abrió las puertas a los falsificadores. La invención del revólver fue un regalo del cielo para los atracadores. Para los timadores, el telégrafo y el teléfono fueron herramientas muy útiles. Y la química orgánica ofreció todo un mundo de posibilidades para los envenenadores y los narcotraficantes.

En el ámbito de las imágenes, desde el comienzo de la fotografía ésta se utilizó para alterar la realidad. Me viene ahora a la cabeza esa famosa foto de Stalin en la que su lugarteniente Nikola Yezhov desaparece mágicamente cuando el dictador decide ejecutarlo.

Y, desde mucho antes, el arte siempre nos ha presentado una versión del mundo cuya relación con el mundo real es completamente arbitraria. Cuando miro este retrato de Carlos V me pregunto qué pinta tendría realmente el emperador. Para el público del siglo XVI, la obra de Tiziano reflejaba fielmente la realidad. Para cualquier historiador contemporáneo, su valor es sólo el de una excelente obra de arte.  

Al final, en mi modesta opinión, las herramientas y los deep fakes no son el problema. El verdadero problema es cómo construir un mundo capaz de manejar el progreso sin renunciar a los valores, las normas y los comportamientos que hagan que nuestra sociedad sea vivible para todos. 

Aceras

aceras en Moscú - Javier Sempere

Me cuenta un amigo que en Moscú es muy habitual ver obras en las aceras. Algunas se reconstruyen cada año sin razón aparente. Otras se deterioran rápidamente y hay que volver a asfaltar y reponer el pavimento con frecuencia.

Los moscovitas saben perfectamente el motivo de esta obsesión municipal por el mantenimiento de las aceras. Las autoridades municipales, con su alcalde Sergey Sobyanin a la cabeza, reciben una comisión del 15% de los contratistas que ejecutan las obras.

La esposa de Sobyanin, Irina Sobyanina, es accionista de una empresa importante de fabricación de pavimentos. A Sergey se le relaciona con una de las principales cementeras rusas.

El último presupuesto municipal para la renovación de aceras en Moscú es de 4.000 millones de rublos, que al cambio vienen a ser unos 145 millones de euros.

Al escuchar la historia de mi amigo no he podido evitar pensar en las aceras de Madrid.

En Madrid, el Plan de Aceras y Accesibilidad 2021-2022 tiene un presupuesto de más de 84 millones de euros. Quienes vivimos en Madrid hemos visto cómo en los últimos dos años se han desmontado y reconstruido, con lentitud desesperante, innumerables aceras de la capital. En muchos casos las obras parecen, a primera vista, completamente innecesarias. 

En el Plan de Aceras y Accesibilidad de Madrid no están incluidas las llamadas Obras de Mejora de Accesibilidad ni las de Reforma y Reordenación de numerosas calles y plazas. Por ejemplo, el Paseo del Marqués de Zafra, por el que paso todos los días, ha sufrido durante dos años una reconstrucción de las aceras cuyo resultado final no es sustancialmente diferente al estado original. Estas obras no forman parte del Plan de Aceras y Accesibilidad de Madrid. Tras un esfuerzo que me ha parecido razonable no he sido capaz de encontrar en ningún sitio el proyecto ni el presupuesto de estas obras.

Desde el punto de vista de un contratista, las obras en las aceras son una proposición interesante. No requieren de mucha tecnología, ni máquinas sofisticadas, ni operarios cualificados. La rentabilidad de estas obras es mucho mayor que la de otras de mayor complejidad.

Mi amigo de Moscú me explica que, cuando la renovación de algunas aceras empieza a resultar escandalosa, las tuberías que circulan por debajo comienzan a tener problemas. Para repararlas hay que levantar de nuevo el pavimento; no se puede hacer de otra manera.

Me pregunto cuándo empezarán a fallar en Madrid el alcantarillado y las conducciones de agua del Canal de Isabel II.