Una modesta contribución al debate sobre las cuentas públicas en tiempos de crisis.
En la situación de bajo crecimiento y amenaza de recesión que vivimos en el mundo occidental, los economistas no logran ponerse de acuerdo sobre cuál es el curso de acción adecuado. Dos bandos aparentemente irreconciliables proponen acciones opuestas. Uno de ellos reclama austeridad y reducción del gasto público. El otro receta políticas keynesianas de estímulo, basadas en el gasto público para reanimar la economía.
Un ejercicio de sentido común podría iluminar este debate y facilitar un punto de encuentro entre las dos posturas. Se trata simplemente de reformular las cuentas públicas según los principios generales de la contabilidad.
Cualquier administrador de cualquier empresa conoce bien los principios generales de la contabilidad. El método establecido por Giovanni de Medici en el siglo XIV para su banco veneciano lo siguen utilizando hoy en todo el mundo las empresas, grandes y pequeñas, de todos los sectores. Se basa en el concepto de partida doble; a una o más cuentas deudoras corresponden siempre una o más cuentas acreedoras por el mismo importe. Las cuentas de activo y gasto son deudoras, y las de pasivo, ganancia y patrimonio neto son acreedoras.
Sin embargo, de forma incomprensible, los Estados plantean sus cuentas ignorando completamente estos principios. Los presupuestos nacionales se elaboran con la mentalidad de un comerciante del siglo XIII. Sólo se consideran ingresos y gastos. En los presupuestos no existe diferencia alguna entre gasto e inversión, y no existen los conceptos de amortización, provisiones, o pasivos a largo plazo. Por supuesto, tampoco existe nada parecido a un balance.
Si esto sucediera en una empresa sería imposible emitir una opinión fundada sobre su salud financiera. Del mismo modo, en estas condiciones el debate sobre las cuentas públicas se basa en una valoración casi a ciegas de las expectativas futuras sobre crecimiento e ingresos.
¿Qué sucedería si reformuláramos las cuentas públicas según los principios contables? El ejercicio es complicado. Los criterios a utilizar no estarían del todo claros al principio. Tendríamos que ponernos al día de 7 siglos de retraso respecto a la contabilidad empresarial. Sin embargo, una contabilidad pública formulada según los principios contables generalmente aceptados (PGC, GAAP) reflejaría inmediatamente algunos conceptos muy interesantes:
- La inversión es distinta al gasto. La inversión pública se contabiliza como activo, y no se refleja en el balance como pérdida (déficit). Un punto a favor de los keynesianos.
- La deuda pública se incluye en el pasivo, y en el activo se incluye el valor actual neto (NPV) de los futuros ingresos fiscales (difícil de calcular, pero una estimación sensata es suficiente). Esto permite valorar la sostenibilidad de las políticas fiscales, y proporciona una base sólida para ajustar la carga fiscal.
- Los compromisos futuros, como las pensiones, también se incluyen en el pasivo (por su valor actualizado). En el activo se incluye el valor actualizado de las contribuciones equivalentes.
- ¡A final de año tendremos un balance! Su resultado será significativo para valorar la salud financiera del país. El presupuesto del Estado se contrastará con el balance, y permitirá elaborar los siguientes presupuestos de manera más informada.
Una contabilidad nacional sensata no resolvería nuestros problemas, pero proporcionaría una base sólida para el debate y el análisis de las políticas fiscales y presupuestarias. Las decisiones sobre privatizaciones, gasto e inversión estarían mejor informadas.
El FMI discutió en 2005 un enfoque parecido (Balance Sheet approach) para valorar las vulnerabilidades de los mercados emergentes. Sin embargo, en la reciente crisis de los países desarrollados no parece que aún se les haya ocurrido una idea similar.
¿Alguien se anima a intentarlo?