Un mundo sin conflictos, inocente y acogedor, en el que todo está en su sitio y te sientes querido y respetado.
Con el cariño limpio y sin condiciones de unos hijos que nunca serán adolescentes, y se transformarán mágicamente en adultos cabales, dentro de muchos años, para seguir queriéndote y cuidándote cuando seas viejo.
Sin miedos, ni angustias, ni culpas. Con la alegría inocente de saber que cualquier problema tiene solución si te lo propones, con buena voluntad y el esfuerzo que sea necesario. La tranquilidad de tener a tu lado un Dios justo, y un futuro por delante lleno de promesas, abundancias y éxitos que alcanzarás cuando llegue el momento.
Un mundo que entiendes, y que te ha reservado un trocito confortable y seguro del que eres dueño y señor, sin que nada ni nadie lo amenace. Una familia a la que cuidas y proteges con orgullo. Una mujer que se siente feliz de estar contigo. Tu cuerpo sano, fuerte y dócil, que te acompaña sin quejarse nunca y siempre responde cuando lo necesitas.
Las mañanas luminosas y cálidas del comienzo del verano despiertan la memoria de otros veranos lejanos. Melancolía de un tiempo sin historia, tristeza dulce, deseo sin dolor. Cuando nadie te ve se te escapan unas lágrimas, y entonces te das cuenta de que nunca has tenido eso que tanto echas de menos.